La reforma sobre energía Eléctrica, y el saqueo neoliberal
-Los gobiernos neoliberales, jefaturados por
tecnócratas, la mayoría formados en universidades extranjeras, principalmente
norteamericanas, a lo largo de 36 años se dedicaron a socavar las bases
materiales del poderoso y estratégico sector estatal de la economía.
Por José Santos Cervantes
El 27 de
septiembre de 1960, en el Acto de la Nacionalización de la Industria Eléctrica,
el entonces presidente de la República Adolfo López Mateos, pronunció un
discurso nacionalista cargado de un profundo patriotismo, en el cual
encomendaba a las generaciones futuras lo siguiente: “Pueblo de México, les
devuelvo la Energía Eléctrica, que es de exclusiva propiedad de la nación, pero
no se confundan, porque en años futuros algunos malos mexicanos identificados
con las peores causas, intentarán por medios sutiles entregar de nuevo el
petróleo y nuestros recursos a inversionistas extranjeros”.
No se
equivocó el presidente nacionalista que formó parte de los gobernantes surgidos
de la tercera etapa del proceso revolucionario mexicano, de la revolución de
1910, que hicieron importantes aportes a la construcción de una nación soberana
con justicia social.
Veintidós
años después de esta gesta nacionalista, patriótica y revolucionaria que nos
llevó a recuperar la industria eléctrica para la nación, no sólo como servicio
público, sino para coadyuvar a la industrialización del país, llegaron los gobiernos
neoliberales, jefaturados por tecnócratas, la mayoría formados en universidades
extranjeras, principalmente norteamericanas, que a lo largo de 36 años se
dedicaron a socavar las bases materiales del poderoso y estratégico sector
estatal de la economía.
Sector que
llegó a estar compuesto por 1,155 instituciones, de ellas más de 750 empresas,
incluidas las más dinámicas y rentables de la economía nacional: petróleo,
electricidad, siderurgia, telecomunicaciones, ferrocarriles, puertos,
aeropuertos, industria papelera, minería, banca, fertilizantes, etc., y que los
neoliberales privatizaron al rematarlas al capital nacional y extranjero, es
decir, desnacionalizaron la economía mexicana, con todas las nefastas
consecuencias en el orden económico, político y social.
Después de
esa etapa de destrucción, en las elecciones federales del 1 de julio de 2018,
se produjo la contundente victoria del licenciado Andrés Manuel López Obrador,
como presidente de la república; el pueblo mexicano exigió poner fin no sólo a
la desnacionalización de la economía y a la entrega de la soberanía nacional,
sino también a toda la descarada e impune corrupción que caracterizó a los
gobiernos neoliberales.
Esa
corrupción no se circunscribió al saqueo del erario ni al despilfarro del que
hicieron gala, sino que, sobre todo, se caracterizó por poner por encima del
interés social, el interés privado, por poner por encima del interés nacional
el interés extranjero, esto fue lo peor.
Todo lo
anterior, afianzado con reformas legislativas que otorgan al gran capital
nacional y extranjero, no sólo jugosos negocios y ganancias abusivas, sino
además la seguridad de que sus intereses no serán tocados ni con el pétalo de
una rosa.
Hoy, cuando
el presidente López Obrador está asumiendo una actitud consecuente, no sólo con
sus compromisos de campaña electoral y con su Plan Nacional de Desarrollo, sino
además con su conciencia de mexicano patriota y nacionalista, la derecha más
reaccionaria y recalcitrante que ve perder sus privilegios se vuelve furiosa
contra todas las medidas positivas que el gobierno federal está aplicando.
Sin
embargo, no obstante que el presidente López Obrador ha sido respetuoso y
cauteloso, sobre todo al aplicar medidas de gobierno para recuperar la
intervención del Estado en áreas importantes de la economía, llevando a cabo
obras de gran envergadura: refinería de Dos Bocas; aeropuerto “Felipe Ángeles”;
tren Maya, ferrocarril Transístmico; así como la puesta en marcha de las seis
refinerías existentes, donde desplaza al gran capital nacional y extranjero
para asignarle un papel secundario, los neoliberales reaccionan de manera
virulenta, con tintes golpistas.
Con la
iniciativa de reforma a la Ley de la Industria Eléctrica propuesta como
preferente al Congreso de la Unión, con la finalidad de privilegiar la
generación eléctrica de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y relegar
como complementaria la generación de los productores privados, los organismos
empresariales yanquis y su embajada, junto con la derecha mexicana, ponen el
grito en el cielo, acusan falsamente que se trata de una expropiación velada de
las empresas privadas y que contraviene directamente los compromisos de México
al suscribir el Tratado México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC).
Nada más
falso. En el T-MEC, el gobierno mexicano, ya encabezado por el presidente López
Obrador, dejó a salvo la industria energética sobre la base del mandato
constitucional contenido en su artículo 27.
Lo que
establece esta reforma energética son nuevas reglas de operación, con la
finalidad de recuperar la supremacía de la CFE en el manejo de la energía
eléctrica generada en sus diferentes modalidades y regular la participación de
las empresas privadas, que hasta ahora son quienes fijan las reglas en esta
materia, gracias a las enormes concesiones entregadas por los gobiernos
neoliberales, incluso, en el colmo del cinismo, el expresidente Felipe Calderón
ahora es empleado de una de ellas, por tanto es quién más vocifera en contra de
la iniciativa.
Por todo lo
anterior, es necesario que el pueblo mexicano refrende su confianza en el
gobierno de la Cuarta Transformación y manifieste su apoyo resuelto a esta
medida patriótica, popular y nacionalista.
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